lunes, 25 de febrero de 2013

¿Atardecer?

¡Hola!
Hoy les quiero hablar de algo que he venido pensando a lo largo de estas semanas y que me ha venido rondando mucho, a tal grado que fue este pensamiento -¿o sentimiento?- el que me orilló a dejar de esciribir por algún tiempo.
Hasta hace poco yo me jactaba de ser muy sensible y observadora de las bellezas que nos ofrece la vida, sin embargo, hace varias semanas me percaté de algo que -me avergüenza admitir- nunca había valorado como debía: los atardeceres. Estaba yo mirando, sólo para distraerme, la visión que me ofrecía una gran ventana; primero me asombraron los colores que la luz de a tarde le podía dar a los árboles, a las hojas, al pasto y al cielo; en esa determinada hora del día, las cosas adquirían colores insólitos sacados de un cuento fantástico y lo más maravilloso aun, era que, mientras la tarde avanzaba, los colores se iban desplazando de un objeto a otro, otorgándoles a las cosas colores diferentes por turnos. Casi sin darme cuenta, me quedé embelesada mirando esa magia de la cual nunca me había percatado, miré hacia el árbol más alto y un nuevo y sorprendente suceso se me presentó: el árbol bailaba al ritmo del viento; cada hoja se movía individualmente, claro está, pero juntas formaban un gracioso grupo de bailarinas verdes que se balanceaban de un lado a otro lentamente, como si estuviesen sometidas a una tranquila canción de primavera. Y mejor aún, si uno miraba el árbol detenidamente podía darse cuenta que el árbol a través del viento, presumía y se jactaba de su condición de ser vivo, porque en ese momento, ni las personas que me rodeaban, ni siquiera yo misma, exhalaba tanta vida como el árbol que bailaba. Luego, después de un rato, oscureció, el viento dejó de cantar y le árbol dejó de bailar.
Este fue ni más ni menos el espectáculo que presencié, y se los menciono porque a partir de esto, me doy cuenta que por mucho tiempo creí que conocía lo que de verdad era vivir aceptablemente como ser humano; creí que era suficiente con leer algún libro de vez en cuando, establecer relaciones de todo tipo con la gente que me rodea, escribir a veces, observar diversos tipos de arte, en fin ser una persona culta en el sentido convencional de la palabra. Ahora e doy cuenta que eso no es suficiente, ni siquiera es necesario para muchos porque creo que si observamos un atardecer detenidamente y nos percatamos de todo lo maravilloso que tiene la vida para ofrecernos diariamente, ya tenemos un 50% de nuestra condición de humanos ganada, aún me falta descubrir en qué consiste el otro 50% restante. Cuando lo averigue -s es que lo hago- prometo comunicárselos de inmediato.

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